Juan-Andrés
es comunicador social y master en ciencias básicas médicas. Se especializó en hacer
divulgación de la ciencia. Como bipolar que es era muy inquieto y hacia el 2006
veía que la única forma de coordinar todos los campos del saber en los cuales
había someramente incursionado era por medio de la filosofía pues el veía el
conocimiento de acuerdo a la siguiente pirámide:
Pero
en noviembre de 2007, justo un mes después de graduarse de su maestría ciencias
básicas médicas, perdió a su padre por un cáncer hepático metastásico. Sin
razón aparente pues su papá era muy juicioso, no fumaba ni tomaba alcohol.
La relación con su novia después de cinco años de duración iba mal y retornando a su casa después de esa conferencia decidió que era mejor dejarlo todo e irse con su madre a Ibagué pues además de estas dos cosas, estaban muy solos en Cali pues sus familiares están en el pueblo natal de su madre.
Al siguiente fin de semana ya estaban en esa ciudad buscando apartamento. Vieron varios apartamentos nuevos, pero Juan-Andrés se decidió por el primero que le mostraron. Estaba a su alcance y además queda en el barrio más bonito de Ibagué y tiene muchas amenidades como gimnasio, baño turco, sauna, piscina, barbecue, etc. El conjunto se llama “Puente Alto del Vergel”. En menos de dos meses ya estaban viviendo en dicho apartamento.
Pasaron unos pocos meses y Juan-Andrés se adaptó y consiguió buenos amigos a través de un solo conocido de infancia que tenía en un barrio viejo de Ibagué llamado “La Pola”, donde quedaba la casa materna de su madre. Los parámetros psiquiátricos iban mejorando poco a poco y hacia 2015 después de superar una obsesión por casarse tenaz ya se sentía bien. Entonces empezó a escribir el nombrado libro autobiográfico ucrónico en el cual después de un punto particular de la historia (punto Jonbar) se creaba una línea de tiempo imaginaria. Había aprendido que cualquiera puede publicar un libro en Amazon y de acuerdo con la idea que le había dado el profesor González en 2006, lo cual incluía inventar un personaje y cambiar los nombres de las personas clave de la historia y demás, a mediados de 2017 logra publicar dicho libro:
Juan-Andrés
creyó que con ese libro empezaba su carrera como escritor y empezó a planear n-libros
para publicar en Amazon. Pues este libro resultó ser un fracaso y salvo algunos
familiares y amigos nadie se lo compró. Entonces ya no tenía proyección
doctoral y además su supuesta carrera de escritor había arrancado como un
fracaso. Era obvio que no haría buen dinero publicando libros en Amazon. Se
quedó sin proyecto productivo de vida.
Entonces se empezó a preguntar ¿Qué haría
cuando su madre le faltase? Además del gran golpe emocional y afectivo que está pérdida supondría ¿Cómo iba a mantener su nivel de vida cuando su mamá faltara,
momento en el cual la pensión que les dejó su padre se acabaría? Entonces
desarrollo lo que llamó su complejo geronto-financiero.
En 2018 recibió una llamada de una mujer
que le preguntó:
– ¿Habló con Álvaro-Andrés Gutiérrez?
– No, la única persona de la que se con ese nombre es un personaje ficticio que me inventé en un libro que publiqué hacia un año.
– Sí, por el libro lo llamo. Entonces el bipolar es Álvaro-Andrés. Qué lástima que el libro sea una fantasía pues yo soy bipolar y este libro me impresionó mucho y me gustaría hablar con alguien que haya sufrido semejantes anécdotas, con las cuales me siento en parte identificada.
– Mi libro es autobiográfico y la mayoría de anécdotas son reales. Puedes hablar conmigo. Yo también soy bipolar. ¿Como te llamas?
– María-Juliana.
– Mucho gusto.
– Es que necesito guía pues estoy muy confundida y quiero hablar con alguien que haya sentido cosas parecidas a las que yo he sentido. Por eso me gustó tanto su libro.
– Y dónde te enteraste de el mismo.
– En la página de Facebook la Asociación Colombiana de Bipolares.
– Ah ok. ¿Y cómo te sientes hoy?
– Bien. Pero en cualquier momento me subo o me bajo. Esta inestabilidad me tiene desesperada.
– ¿Y estás medicada?
–
– Entonces usted ni fuma ni toma.
Juan-Andrés
quedó sorprendido y pensó que no la iba a poder tener como amiga y mucho menos
como algo más, pero iba a ganar dinero. Acordaron que María-Juliana le pagaría
180,000 pesos colombianos (unos U$50) por cada sesión de una hora que empezaría
a las 3:00 pm los domingos que era el día en que Juan-Andrés estaba más libre y
era el momento de la semana en que María-Juliana se sentía más melancólica.
– Entonces para estar bien en cuanto a mi trastorno bipolar ¿debo hacer lo mismo todos los días? Que jartera.
– Como así la misma estructura horaria.
– Hacer las cosas claves del día a la misma hora. Esto incluye la toma de alimentos, medicamentos psiquiátricos y dormirse a la misma hora. Pero el contenido de cada día va ser diferente o si no sería como sufrir lo que le pasó a Bill Murray en la película del “Día de la marmota”.
– Esa película me causó desespero por la repetidera del mismo día. Pero me gustó mucho.
– ¿Me dices que eres artista?
– Sí, soy egresada de artes plásticas de la Universidad Nacional pero rara vez ejerzo mi profesión por tanto descuadre en mi ánimo y sueño. Pero cuando estoy subida se me ocurren unas cosas muy bacanas.
– Entonces estabilizando el horario se va a ir arreglando tu ánimo y podrás producir, artísticamente hablando, de una forma más consistente.
– Pero yo estoy bien económicamente. No necesito trabajar.
– Pero los humanos, como cualquier animal, evolucionamos para luchar, y entonces algún reto vas a necesitar. O sino ahí sí todos tus días se convertirán el mismo cuento de pereza y mala onda, y eso sí sería muy aburridor. Además, el arte es muy terapéutico.
– Sí.
– Entonces, aunque no necesites trabajar, debes hacer algo que te permita entrar en estado de flujo y sirva como terapia ocupacional.
– Veo.
– Y hablando de eso, te voy a dejar como biblioterapia dos libros. “La Inteligencia emocional” de Daniel Goleman [12] para empezar a gestionar tus emociones y aprendas lo que es entrar en estado de flujo y “La naturaleza de felicidad” de Desmond Morris [13, 14] para que veas un poco que nuestros momentos de felicidad están relacionados con nuestra evolución biológica y que debemos ponernos metas realistas para sentirnos orgullosos y felices con lo que logramos hacer en nuestras vidas.
– Ok.
– Entonces a leer y a proponerte seguir el mismo horario todos los días.
– Lo último suena difícil, pero voy a intentarlo.
– La verdad no he estado muy juiciosa que digamos. Los primeros días de la semana traté de tomarme mis medicamentos a la misma hora, pero al no ver resultados me desordené otra vez. A veces pienso que esto no tiene cura.
– En eso tenés razón. La bipolaridad no tiene cura. Pero se puede organizar mucho. Te lo digo por experiencia.
– Cuántos cigarrillos te fumás al día.
– Pero desde el 2008 empecé a tratar de dejar el tabaquismo y lo logré siente años después. Entre más rápido lo dejes mejor. Los tres grandes hitos que me han permitido mejorarme de mi bipolaridad han sido el dejar de fumar, estandarizar un horario y adoptar una fórmula neurofarmacológica relativamente estable.
– ¿Relativamente? Como así. ¿No se toma los mismos medicamentos y dosis todos los días?
Y
siguieron hablando de libros y demás. Era obvio que con María Juliana
funcionaba la biblioterapia.
Y así pasaron varias semanas y María-Juliana
poco a poco iba aplicando parcialmente los consejos que Juan-Andrés le daba.
Empezó a ver los primeros beneficios de tomarse su medicación a la misma hora
todos los días, los cuales a su vez empezaron a dejar de ser tan monótonos pues
Juan-Andrés le enseñó a disfrutar de sus proyectos artísticos así los mismos no
dieran dinero. Es muy difícil que el arte de dinero en grandes cantidades a no
ser que el artista sea muy bueno y se vuelva muy famoso. Pero María-Juliana, en
medio de lo confuso que ha sido su vida, estudió algo poco lucrativo como las
artes plásticas porque le gusta, pero después, al ver que no necesitaba dinero,
dejó de hacer obras de arte. Ahora reconocía su valor como terapia ocupacional.
Ya se empezaban a ver los progresos, pero todavía faltaba mucho.
– Cómo te fue donde el psiquiatra.
Siguieron
hablando, terminaron muy contentos esa sesión y solo con ajustes menores a su
farmacoterapia María-Juliana seguía muy bien y su progreso era evidente. Casi
seis meses después, y con la insistencia de Juan-Andrés por fin había
desarrollado todo un ritual para su higiene del sueño y alrededor de la misma
desarrolló un horario estable 24/7. Se embarcaba en proyectos artísticos cada
vez más exitosos y empezó a construir una Fundacion para tratar a niños con
problemas psicológicos y demás a través del arte y con la ayuda de otros tipos
de profesionales. O sea que su vida social también había alcanzado niveles
saludables. Los momentos de depresión cada vez eran menores.
Un domingo de junio de 2019 y después de
estarse comunicando por casi un año, Juan-Andrés le dijo a María-Juliana:
– Nos vamos, con mi mamá y padrastro, a pasar todo el verano en Nueva York para visitar a mi hermana, quien se llama Victoria, y espero que algún día la conozcas.
– ¿Ella también es bipolar?
– No. Mi bipolaridad la heredé de mi mamá a través del cromosoma X. Creo que mi hermana también tiene mutado un cromosoma X para bipolaridad, pues muy inteligente, pero el otro lo tiene normal. Entonces no expresa la condición. Los hombres somos XY. No tenemos cromosoma X de repuesto.
– ¿Entonces yo tengo mis dos cromosomas X mutados?
– Es lo más seguro, aunque eso no está del todo claro pues hay otros genes candidatos para bipolaridad en otros cromosomas [18, 19].
– Entonces si yo hubiera tenido un niño habría nacido bipolar como yo.
– Como tú no. Hubiera salido más bipolar pues una condición hereditaria, por un fenómeno que en genética se llama anticipación [20], empeora de generación en generación.
– Menos mal, y no sé si ya te lo había contado, mi útero tuvo que ser extraído y no puedo tener hijos a menos que alquile un vientre.
– Es mejor que no tengas hijos. Yo tengo la mundial de razones para no tener hijos que con calma te explicaré.
– Pero volviendo al principio de esta conversación. La comunicación nuestra va a ser difícil durante lo que queda de junio, julio y agosto pues, aunque lógicamente voy a tener internet, NY es una locura en verano, hay mucho que hacer y además tanto calor y actividad bacana me pone en hipomanía entonces no seré un consejero sensato durante estos meses que vienen.
– Y por qué sabes que te vas a poner hipomaníaco en Nueva York este verano.
– Porque ya me ha pasado antes. Y ya sé por qué es. La bipolaridad evolucionó, filogenéticamente hablando, como sobre-adaptación al duro régimen estacional del Pleistoceno [21, 22] donde lo más adaptativo era estar subido de ánimo durante los cortos veranos para hacer de todo como cazar mamuts, neutralizar enemigos, acceder a miembros del sexo opuesto, etc. Y lo mejor en los largos inviernos era estar bajo de actividad para no desperdiciar energía, que en aquella época era preciosa, en un ambiente que solo ofrecía hielo y nieve.
– Entonces eso explica los síntomas de ambos extremos.
– Exacto. Es por eso que me voy bien aperado de anticonvulsivantes y demás fármacos depresores para no salirme de control durante este verano en NY, que como dice el Gran Combo de Puerto Rico son literalmente la locura:
Y
siguieron hablando por un rato. Días después Juan-Andrés partió para Nueva York
con su madre, Azucena y su padrastro que se llama Clímaco. Era el verano de
2019 y ya habían pasado 15 años sin haber ido a NY pues la última vez que
habían ido fue en el 2004 para el matrimonio de Victoria.
– ¿Pasó algo grave? ¿Por qué estás llorando?
– No ha pasado nada. Simplemente desde julio me empecé a deprimir, de acuerdo a lo que puedo ver en la bitácora privada que me ensañaste a llevar.
– ¿Pero estás segura que todo está bien? Tu mamá cómo está.
– Está bien. Todo está bien. Esto es endógeno, a no ser que…
– Qué…
– Que me haga falta verte.
– A pues ya mismo me conecto a Skype con el computador de mi hermana.
– No, quiero verte en persona.
– Yo también quiero verte en persona. Pero eso no va a poder hasta finales de este mes. ¿Podrías ir a donde tu psiquiatra mientras tanto?
– Ya lo hice y no sirvió de nada. Va más allá de la bipolaridad. Es que, es que, no sé cómo expresarme. No te había llamado antes por esto empezó en julio de una manera muy paulatina. Al principio empezó con pequeñas sensaciones de melancolía sobre todo los domingos a la hora que hacíamos video-consulta. Y poco a poco la melancolía se extendió hacia los demás días de la semana.
– Y por qué no me habías llamado antes.
– Porque me da pena.
– ¿Pena? De qué después de todas las intimidades que hemos ventilado entre los dos.
– Es que, es que, ¡yo creo que me enamoré de ti!
Y
Juan-Andrés respondió:
– Sí aquí estoy. Y tranquila. Tú también me gustas mucho y estoy apegado a ti.
– ¡Pero no estás enamorado!
– Pero eso se puede dar muy fácilmente. Lo que pasa es que en plena hipomanía veraniega para mi es difícil ser romántico. Pero quédate tranquila que eres correspondida. Ahora lo qué hay que hacer, mientras yo regreso a Colombia, es estabilizarte y sacarte de esa depresión. Voy a tratar de que nos comuniquemos todos los días.
– ¡Gracias!
– Mientras tanto puedes hacer otras cosas para mejorarte de ánimo. Qué tal estás durmiendo.
– En eso si estoy bien. Estoy durmiendo mucho y muy fácil.
– Típica depresión de bipolar. Yo estoy en la tónica contraria. Entonces mira, es necesario que recortes las horas de sueño. ¿Tú te duermes, como yo, a las 10:00 pm cuando estoy en mi hábitat normal en Ibagué no cierto?
– Sí, yo prácticamente copié tu horario circadiano.
– Entonces vamos a hablar todos los días hasta la media noche. Te va reconfortar hablar conmigo, jeje.
– Jeje
– Pero ya en serio, te voy a ayudar a recortar las horas de sueño. Por eso necesito que también pongas un despertador escandaloso temprano tipo 6:00 am.
– Y que tiene que ver en todo esto las horas de sueño.
– Ok. Entiendo. ¿Y podemos empezar hoy a hablar hasta tarde?
Preguntó María-Juliana sollozando. Juan-Andrés le respondió:
Y
siguieron hablando. Juan-Andrés trato de ser lo más romántico que su hipomanía
se lo permitiese, aun sabiendo que lo más probable era que María-Juliana,
cuando se le pasara su depresión, dejaría de sentir amor por él. Colgaron hacia
las 12:00 de la noche y aunque su profesión no era la psiquiatra, Juan-Andrés
era consciente de los problemas éticos y demás que podía traer el apego consejero-cliente.
– Entonces nosotros que venimos siendo ahora.
Siguieron hablando todos los días, en una mezcla de conversaciones
románticas y eróticas y cada vez con menos teoría sobre sus condiciones
bipolares. Pero lo que no le cuadraba a Juan-Andrés era que estando ella baja
de ánimo sintiera atracción sexual pues además de solo haberse visto por una
pantalla, a los bipolares generalmente se les baja la libido cuando están bajos
de ánimo [25].
Y
Juan-Andrés le responde:
– Espero no decepcionarte ahora que puedes ver qué tan viejo estoy desde el punto de vista físico pues desde el punto de vista emocional sigo siendo un niño.
– Te ves muy bien. Además, como dice la humorista Alejandra Azcarate “nada como el maduro encanto de un hombre infantil”. Porque a ti todavía te gustan los dinosaurios y las franquicias como Star Trek según veo en tu cuenta de Pinterest.
– Veo que me has estado haciendo inteligencia.
– Sí y mucha. No entiendo porque esta obsesión tan repentina.
– Los bipolares, como cambiamos tan rápido, nos podemos enamorar rápidamente llegando a idealizar exageradamente al ser amado, y más si se está deprimido.
– Pero yo ya ni estoy deprimida y sigo apegada a ti.
– Y a mí se pasó la hipomanía veraniega de NY y sigo enamorándome de ti. Entonces puede ser amor verdadero. De todos modos, debemos estar listos para que cualquiera de los dos se desilusione de un momento a otro.
– Por mi parte no vas tener problemas.
– Problemas sí vamos a tener, como todas las parejas, bipolares a o no. La jugada ahí es solucionarlos con discusiones civilizadas y muy respetuosas.
– Eso me gusta.
Y siguieron hablando de todas estas cosas de pareja. Se dirigieron al centro comercial “Gran Estación” en la calle 26 con 62 en Bogotá. Almorzaron en hamburguesas “El Corral” y se quedaron toda la tarde haciendo compras en este mall. Hacia las 18:00 María-Juliana dijo:
– Vámonos ya que mi mamá nos tiene una cena especial y somos pobres y vivimos lejos.
Juan-Andrés
se rio y le preguntó:
– En serio, donde vives.
– Vivo con mi mamá en un conjunto residencial llamado “Altos de Yerbabuena” a las afueras de Bogotá.
– Sí, una tía mía tiene una amiga en ese conjunto. Son unas casas grandes y muy lindas, pero nunca he ido.
– Sí, nuestra casa es medio bonita.
Se
enrutaron por la autopista norte y después de pasar el puente del común
empezaron a subir una loma. Juan-Andrés pensó – este conjunto queda realmente
lejos -. Hacia las 7:30 pm llegaron. Unos empleados cogieron su maleta y una
señora le dijo:
– Bienvenido Juan-Andrés.
Y
él le contestó a la madre de María-Juliana:
Rosalía
era una señora de unos 70 años. Se terminaron de saludar y pasaron a la mesa
del comedor. Su suegra le dijo a Juan-Andrés:
– Has tenido un gran impacto en la vida de mi hija. En un año me la organizaste, pero recientemente estuvo deprimida por ti.
María-Juliana interpeló:
– ¡Mamá por favor!
Pasaron
las fiestas de navidad y Juan-Andrés y su familia regresan a Ibagué, pero con
María-Juliana abordo. Pasó todo enero de 2020 en el apartamento de Juan-Andrés.
La pasaron delicioso, aunque nuestro protagonista empezaba a extrañar sus días
de quietud en los cuales se dedicaba solo a leer y escribir. Pero a
María-Juliana le encanta disfrutar de Ibagué junto a su amado. Aprovechan los
días de sol para bajar a la piscina de “Puente Alto del Vergel” conjunto donde
vive Juan-Andrés, se van de compras a los centros comerciales, acompañan a Azucena
y Clímaco a hacer diligencias. Ella estaba feliz en Ibagué por el clima, la
amabilidad de la gente y el fácil desplazamiento en la ciudad. Ese febrero fue
de mucha actividad en Ibagué.
Este hecho, el estar correspondidamente
enamorada y el relativo calorcito de Ibagué la hacen entrar en hipomanía pues
estaba acostumbrada al frío y su baja actividad callejera en Bogotá, pues en su
casa cuenta con mensajero y chofer que le hacen todas sus diligencias.
Entonces en marzo regresa María-Juliana a
su casa en Bogotá para “enfriarse” un poco. Empieza a surgir la pandemia del
COVID-19 pero por consejo de Juan-Andrés ella no ve noticieros para no
angustiarse con noticias amarillistas. A duras penas se da cuenta que el
gobierno colombiano decreta a finales de marzo confinamiento preventivo
obligatorio. Entonces le pregunta telefónicamente a Juan-Andrés:
– Como vamos a hacer para vernos en abril.
– No sé. La mayoría de gente piensa que el confinamiento dura unos 15 días, pero a juzgar por la situación en países como Italia y España yo creo que la alargan. Hay que estar preparados para lo peor.
– Bueno será un mes largo sin vernos. Que aburrimiento sin ti.
Y siguieron hablando.
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