El trastorno afectivo
bipolar (TAB) es una condición que, dependiendo de su severidad, lleva al
paciente del extremo de la euforia (o manía en casos clínicos) a la disforia (o
depresión clínica) afecta a aproximadamente a aproximadamente al 4% de la
población. Sobre el TAB hay considerable información sobre sus causas próximas
y poca información sobre sus causas últimas (evolucionistas). Dentro de estos
hay unos pocos autores que empiezan a señalar que el TAB podría tener, entre
sus causas evolucionistas, un componente climático, dentro de la cual cabe
resaltar que el TAB tiene una entidad muy emparentada llamada trastorno
afectivo estacional. Teniendo en cuenta todo esto, se llama la atención sobre
el hecho de que se necesita más investigación sobre las causas evolucionistas (últimas)
de TAB que le den cohesión a la información fragmentaria que hay sobre las
causas próximas del TAB, especialmente en lo que al efecto de la estacionalidad
se refiere. Además de ser interesante desde el punto de vista científico, el
que los facultativos, especialmente los psicólogos conozcan más sobre el TAB
ayudará a tratar mejor a los pacientes.
Todos los seres humanos tenemos fluctuaciones
de ánimo, generalmente relacionadas con eventos positivos o negativos que
sucedan en nuestras vidas. Pero cuando estos cambios de ánimo exceden los
límites saludables, socialmente aceptables, persisten de forma desordenada en
periodos de tiempos relativamente largos, e imposibilitan la habilidad de la
persona para funcionar y disfrutar la vida, se puede empezar a hablar de un
caso bipolar (Fink & Kraynak, 2011). En
términos generales el trastorno bipolar es una condición mental en la cual el
paciente sufre de desbalances neuroquímicos que afectan su estabilidad anímica,
afectiva, emocional y su ritmo circadiano, lo cual lleva a presente problemas
de sueño también. Dependiendo de la intensidad de la condición, el paciente
puede ciclar de la euforia a la tristeza con períodos de relativo equilibrio.
Afecta hasta a un 4% de la población del
planeta (Wormer, 2004). La
frecuencia de las crisis y su intensidad dependen de la gravedad de la
condición. Es por eso que se habla del gradiente o espectro bipolar o
maniacodepresivo (Angst, 2007; Ghaemi &
Baldessarini, 2007; Goodwin & Jamison, 2007). De forma concisa, las
entidades del gradiente bipolar se pueden jerarquizar como sigue de forma
ascendente de gravedad en: ciclotimia (la forma más leve), bipolaridad como
tal, enfermedad maniacodepresiva y psicosis afectiva. Esta es una jerarquía en
la cual nadie desea avanzar. Afortunadamente, con la tecnología farmacéutica
actual, un bipolar correctamente tratado puede llegar a nunca enfermarse de
verdad. Mientras que la persona sea tratada en su casa y por medio de consultas
externas, no está enferma, es decir, está subclínica o incluso sub-sindromal (Jamison, 1994). Con los cuidados adecuados un
paciente de estos puede llevar una vida aceptablemente feliz y productiva. Pero
si la persona debe ser internada en una institución mental, estamos enfrentados
a una persona enferma, que al menos por el período de tiempo que esté internada
no podrá funcionar adecuadamente sociedad. Para explicar los síntomas y ayudar
en el diagnóstico de condiciones mentales se ha desarrollado el “Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” que actualmente va en su
quinta versión [DSM-V (APA, 2013)]. De
forma resumida, las principales formas de los trastornos bipolares se pueden
resumir en la figura 1:
El TAB
es la condición mental con mejor pronóstico cuando es correctamente tratada (Fink & Kraynak, 2011). Pero si el
tratamiento no empieza de forma oportuna y correcta se empiezan a presentar
fases anímicas cada vez más extremas y las fases de estabilidad empiezan a ser
cada vez más cortas (Wormer, 2004). Uno
de cada tres ciclotímicos no tratados desarrollan depresiones y manías clínicas
(Jamison, 1994, 2000). Esta última autora
es una psicóloga y escritora bipolar quien se ha convertido en una de las
autoridades de la bipolaridad en norte américa. Hace una exhaustiva revisión
del registro psicobiográfico (Jamison, 1994, 2008)
y nos muestra como artistas, especialmente escritores famosos, que vivieron
antes de existir la tecnología farmacéutica actual, dejaron estupendas obras
artísticas, motivados principalmente por sus cambios de ánimo, pero al no haber
tratamientos adecuados típicamente terminaban abusando de drogas (que son
diferentes a los fármacos) y suicidándose. Incluso hoy, con muchos y mejores
opciones de tratamiento del 10 al 20% de los pacientes bipolares se quitan la
vida (Müller-Oerlinghausen et al., 2002).
Sin embargo, en nuestros días, estos nuevos tratamientos, aplicados a tiempo y
correctamente, permiten disminuir los síntomas, sin que el paciente pierda el
potencial genial y creativo que generalmente acompaña a los TABs (Jamison, 1994). El tratamiento consta de tres
pilares: la farmacoterapia liderada por un psiquiatra, la psicoterapia (Jones, 2004; Lam et al., 2010) y la
psicoeducación [se trata del hecho de que el paciente, familia y facultativos
tratantes conozcan lo que más pueda sobre su condición (Colom & Vieta, 2006)], complementado con otras terapias como
el apoyo de los grupos de apoyo (Wormer, 2004)
que en Colombia son liderados por la Asociación Colombiana de Bipolares (ACB, 2014). En todo este tipo de terapias
completarías de la farmacéutica, el protagonista es el psicólogo. De hecho una
buena terapia psicológica puede hacer que el paciente necesite menos fármacos (Jamison, 1994). Por eso es importante que el
psicólogo esté lo mejor informado posible a la hora de tratar un paciente como un
bipolar.
Sobre
las causas próximas [fisiológicas (Nesse, 2007; Nesse
& Williams, 2012)] de una condición como la bipolar, hay
considerable información (Fink & Kraynak,
2011; Goodwin & Jamison, 2007; Jamison, 1994, 2000, 2008; Wormer, 2004).
Básicamente se trata de un desequilibrio neuroquímico, causado por varios genes
(Baum et al., 2007) que es disparado por
algún cambio en el ambiente. A muchos pacientes se les descubre su condición
bipolar por un cambio de vida, como mudarse de ciudad, cambiar trabajo,
jubilarse o algún evento traumático. Entonces como cualquier característica de
un ser vivo, la misma es el resultado de la interacción de la genética con el
ambiente (Wilson, 2000). Aprovechando lo
anteriormente dicho, se debe recalcar que la psicología se está moviendo a
enfoques cada vez más biológicos (Cacioppo et
al., 2000; Jamison, 1994) y de entro de esto es protagonista la
Psicología Evolucionista (Cosmides & Tooby,
2012; Dunbar et al., 2011; Evans & Zarate, 2010; Pinker, 2009; Workman
& Reader, 2008). La psicología evolucionista es la unión de dos
grandes paradigmas: la psicología cognitiva y la teoría evolución darwiniana.
Además entre las humanidades y una ciencia dura como la biología, hay un
territorio gris que promete muchos descubrimientos (Wilson, 1975, 2004). ¿Qué porcentaje de X o Y comportamiento tiene
una causa biológica y una causa cultural?, Con respecto a las causas y síntomas
del TAB, ¿qué porcentaje es biológico y cual es cultural? Además de las
explicaciones próximas (neurofisiológicas) ¿será que las explicaciones últimas
(evolucionistas) nos pueden dar luces sobre este y otros problemas mentales
relacionados? ¿Será que estas explicaciones últimas pueden ayudar a desarrollar
tratamientos más eficaces y con menos efectos secundarios? Una rama del
conocimiento muy relacionada con la Psicología Evolucionista es la Medicina
Darwiniana (Nesse, 2007; Nesse & Williams,
2012), especialmente en el la parte comportamental de esta última
[Psicopatología Evolucionista y Medicina Darwiniana (Workman & Reader, 2008)]. Es obvio que un enfoque
evolucionista a la hora de ver el TAB brindará luces para mejorar tratamientos
como la manipulación de las horas de exposición a la luz (Leibenluft et al., 1994; Sit et al., 2007; Wehr et
al., 1998), entre otras. Todo esto sin dejar de lado la farmacoterapia,
pues prescindir de esta última en trastornos como el bipolar es considerado una
mala práctica médica (Jamison, 1994). Se
hará un enfoque en terapias que involucren manipulación de la luz porque, y
aunque la información es fragmentaria, se sospecha que dentro de las causas
últimas (evolucionistas) hay una relación entre el TAB y la estacionalidad (Sherman, 2006, 2012), pues entre otras cosas
no se debe dejar de lado una entidad como el desorden afectivo estacional (Davis & Levitan, 2005; Eagles, 2004; Sher, 2000)
que prácticamente hace parte del gradiente bipolar. Y he aquí el meollo de este
artículo. Parece que las condiciones del gradiente afectivo-bipolar
evolucionaron como sobre adaptaciones al duro régimen estacional de lo
pleistoceno (empezó hace 2.5 millones de años y terminó hace 10 mil años)
donde, gracias a las glaciaciones, habían inviernos muy largos y severos con
veranos muy cortos. Ante este panorama lo más adaptativo es estar deprimido en
lo más duro del invierno para no salir a malgastar energía en un ambiente que por
el momento solo ofrece hielo y nieve. En cambio en verano viene bien la hipomanía
para aprovechar mejor el tiempo cazando (mamuts por ejemplo que los llevamos al
extinción), haciendo alianzas estratégicas con otros individuos (de pronto por
eso la verborrea) y se debe aprovechar el tiempo también para procrear. De pronto
de ahí viene la híper-sexualidad que se da en las fases hipomaniacas y
maniacas. En todo caso había que aprovechar los cortos veranos para hacer todo
lo que no se puede hacer durante el invierno, dentro de lo cual lo más
importante era la acumulación de alimentos por parte de aquellas comunidades de
cazadores y recolectores. De ahí la hiperactividad típica de las manías e hipomanías.
Pero estar sobre-adaptado a las estaciones es igual a estar mal adaptado pues
hay un principio filosófico que dice que los extremos se juntan. En otras
palabras los bipolares somos extremadamente sensibles a cambios en los
fotoperiodos y la temperatura. Incluso aquí en los trópicos se observa que los
episodios de manía tienden a dar en el “verano” (Volpe
et al., 2010)
El solo hecho de proponer un modelo que
explique en buena parte los aspectos evolucionistas del TAB ya es una
justificación científica suficiente para seguir investigando este tema, pues es
algo muy interesante. Pero en un terreno ya más práctico, más aplicado, el
mejor conocimiento del TAB tiene obvias implicaciones en la capacidad de los
facultativos para tratarlo y de los pacientes para entenderse a sí mismos y su
trastorno, mejor. Como ya se dijo, los tres pilares del tratamiento de
cualquier condición mental, pero en especial del trastorno bipolar son: la
farmacoterapia, la psicoterapia y la psicoeducación. Teniendo en cuenta el
sistema de salud que nos cobija actualmente, es evidente que el psiquiatra a
duras penas tenga tiempo para realizar los ajustes farmacológicos pertinentes
en cada sesión. Pero no contará con el tiempo para charlar con el paciente,
escucharlo, ayudarlo en su desahogo y no tendrá tiempo para explicarle cosas
claves de su condición que le podrían ayudar a manejarla mejor. Es así como la
psicoterapia y la psicoeducación deben ser tareas llevadas a cabo por el
psicólogo por lo cual entre más sepan los facultativos de esta condición, se
podrá hacer un tratamiento más comprensivo y eficiente del paciente. El saber
de qué manera y qué condiciones ambientales clave, como los cambios de clima,
puedan llegar a afectar al paciente, permitirá tomar correctivos de forma
preventiva, reduciendo así la probabilidad de recaídas.
Gracias por leerme.
Referencias
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