Sociobiología (ediciones de 1975 y 2000) de EO Wilson que es una síntesis evolutivo-comportamental
sobre vertebrados. Tuvo buena acogida excepto por su capítulo de comportamiento
humano que fue rechazado por los marxistas. Se habla de otros autores clave
como Steven Pinker y Richard Dawkins (el gen egoísta). La conclusión, que
incluye una anécdota mía, es que las ciencias naturales podrían llegar a unificarse
con las humanidades o incluso biologizarlas.
ilustrar algunos de los libros y temas que se cubre en esta reseña se incluyen
las carátulas de los siguientes libros: La Sociobiología de EO Wilson, El Gen
Egoísta de Richard Dawkins e Introducción a la Psicología Evolucionista de
Dylan Evans y Oscar Zarate.
de las humanidades son pura literatura fantástica.
El
presente blog post tiene como columna vertebral el prefacio de la edición de la
Sociobiología de Edward O Wilson en su edición del año 2000 [1]
quien
la mayor parte de su carrera trabajo como profesor y autor de la Universidad de
Harvard. Se le considera como uno de los biólogos más influyentes de nuestros
tiempos. Su principal campo de estudio fueron las hormigas y extendió el
estudio de su comportamiento social al de los vertebrados, lo cual se cristalizó
en libro “La Sociobiología: La Nueva Síntesis” cuyos prefacio del año 2000 [1] y el primer capítulo
(La moralidad del Gen) del mismo libro pero en su primera edición de 1975 [2], son reseñados en el
presente escrito, complementado con otras fuentes bibliográficas. Se aprovecha
para hacerle un homenaje a este autor quien hace poco murió pues vivió entre el
10-Jun-1929 y el 26-Dic-2021.
Sociobiología al final del Siglo XX
Reseña del Prefacio a la edición del año
2000 de la Sociobiología de EO Wilson
La
sociobiología fue construida como una
disciplina coherente en el libro de EO Wilson “Sociobiology: The New Synthesis”
[2]. Pero se concibió
originalmente en un libro de 1971 del mismo autor llamado “Las Sociedades de
los Insectos” [3] como una unión entre
la entomología (estudio de los insectos) y la biología de poblaciones [1].
Además,
se conocían más de 12,000 especies de insectos sociales que estaban disponibles
para estudios comparativos para probar la adaptabilidad de la vida colonial,
una gran ventaja sobre los vertebrados que tienen, relativamente poca cantidad
de especies, y de los cuales solo se sabe que unos pocos cientos exhiben una
organización social notable. Y finalmente, debido a que los insectos sociales
obedecen a instintos rígidos, hay poca interacción entre la herencia y el
ambiente, la cual sí puede dificultar el estudio del comportamiento de los
vertebrados [1].
¿Y
las sociedades de vertebrados? En el último capítulo de “Las Sociedades de los
Insectos” [3], titulado “La
perspectiva de una sociobiología unificada”, EO Wilson hizo proyección
optimista para combinar los dos grandes grupos: a pesar de la lejanía
filogenética de vertebrados e insectos y la distinción básica entre sus
respectivas relaciones y sistemas impersonales de comunicación,
estos dos grupos de animales han desarrollado comportamientos sociales que son
similares en grado y complejidad, y convergentes en muchos detalles
importantes. Este hecho transmite una promesa especial de que la sociobiología
puede eventualmente derivarse de los principios de la biología poblacional y
del comportamiento, y desarrollarse en una sola ciencia madura. Entonces se
puede esperar que la disciplina aumente nuestra comprensión de las cualidades
únicas del comportamiento social en los animales no humanos en comparación con
las del hombre [1].
secuela de este razonamiento está contenida en el libro que se está reseñando
aquí (Sociobiología la Nueva Síntesis) teniendo en cuenta sus dos ediciones [1, 2]. La
edición del 25 aniversario dicho libro, simplemente tiene un prefacio agregado
por el mismo autor, pero el resto del libro es idéntico. El motivo de esta
reseña es analizar este nuevo prefacio y el primer capítulo del libro. Entonces,
este libro, proporciona el primer esfuerzo para sistematizar los vínculos
coherentes entre termitas y chimpancés, el objetivo sugerido en “Las Sociedades
de los Insectos” [3] pero va más allá y
extiende el esfuerzo a los seres humanos [1].
respuesta a la “Sociobiología: La Nueva Síntesis” [2] en
1975 y los años inmediatamente posteriores fue dramáticamente mixta. La parte
del libro que se ocupa de animales no humanos, que comprende todos menos el
primero y el último de sus 27 capítulos, fue recibida favorablemente. La
influencia de esta parte creció constantemente, tanto que en una encuesta de
1989 los funcionarios y miembros de la Sociedad Internacional de Comportamiento
Animal calificaron a Sociobiología como el libro más importante sobre el
comportamiento animal de todos los tiempos, superando incluso al clásico de
Darwin de 1872, “La expresión de Las emociones en el hombre y los animales” [4]. Al integrar los
descubrimientos de muchos investigadores en un solo marco de teoría de causa y
efecto, ayudó a cambiar el estudio del comportamiento animal en una disciplina
conectada ampliamente con la biología evolutiva dominante [1].
breve segmento de la Sociobiología que aborda el comportamiento humano, que
comprende 30 de las 575 páginas totales, no fue tan bien recibido. Encendió la
controversia académica más tumultuosa de la década de los 1970s, que se
extendió desde la biología a las humanidades. Aunque la gran cantidad de
conmoción puede sugerir lo contrario, los críticos adversos constituyeron solo
una pequeña minoría de quienes publicaron reseñas de la Sociobiología de EO
Wilson. Pero eran muy vocales y efectivos en ese momento. Estaban
escandalizados por lo que vieron como dos defectos graves. El primero es un
reduccionismo inapropiado, en este caso la propuesta de que el comportamiento
social humano es, en última instancia, reducible a la biología. El segundo
defecto percibido es el determinismo genético, la creencia de que la naturaleza
humana está arraigada en nuestros genes [1].
A
aquellos que eligieron leer la Sociobiología de EO Wilson de esta manera les
importaba poco que el reduccionismo es una de las principales herramientas de
la ciencia. Aquí hay que hacer una aclaración sobre los tipos de reduccionismo.
El reduccionismo codicioso, identificado por Daniel Dennett, en su libro de 1995
“La peligrosa idea de Darwin: evolución y significados de la vida” [5], es un reduccionismo
erróneo que subestima lo complejo de lo que se está explicando, saltándose
niveles completos de complejidad. Mientras que el reduccionismo
“bueno” significa explicar una cosa en términos de lo que se reduce
(por ejemplo, sus partes y sus interacciones). En su libro “El Gen Egoísta” [6], cuando habla de los
seres vivos somos máquinas de supervivencia, Richard Dawkins aclara aún más la
diferencia entre buen reduccionismo y aquel codicioso:
es explicar. Todo tiene que ser explicado de forma reduccionista. Pero esta
explicación debe ser jerárquica y escalonada, que avance paso a paso. El
reduccionismo codicioso o de precipicio consiste en lanzarse de un salto desde
lo más alto de la jerarquía hasta lo más bajo. No podemos hacer esto si
queremos explicar cualquier cosa de forma satisfactoria”.
La
sociobiología, que, en términos generales, y en lo que respecta a los humanos
hoy es llamada Psicología Evolucionista [1] no pueden ser acusadas
de practicar reduccionismo codicioso (greedy reductionism) pues no sobre-simplifican
lo complejo de los fenómenos que se están estudiando cómo lo es la evolución
Darwiniana del comportamiento humano [7]. Además, la Sociobiología
hace hincapié no solo en el reduccionismo sino también en la síntesis y el
holismo. Tampoco importaba en absoluto que las explicaciones sociobiológicas
nunca fueran estrictamente reduccionistas, sino interaccionistas. Ninguna
persona con un mínimo de inteligencia pensaría que en el desarrollo
comportamental de un humano (ontogenia comportamental humana) no interviene de
la cultura. En la visión interaccionista sostenida por prácticamente todos los
que estudian el tema, la genómica sesga el desarrollo mental pero no puede
abolir la cultura. Se le achacó injustamente lo contrario a EO Wilson, y se erigieron
con frecuencia estos falsos testimonios con fines proselitistas [1].
adversas a la Sociobiología de EO Wilson en cuanto a su último capítulo, el que
tiene que ver con comportamiento humano (que comprende 30 de las 575
páginas totales), las críticas venían de lo que EO Wilson en el prefacio del
año 2000 de dicho libro [1] llama “los últimos intelectuales marxistas”, representados de
manera más prominente por Stephen Jay Gould y Richard C. Lewontin. No les
gustaba la idea de que la naturaleza humana pudiera tener alguna base genética.
Defendían la opinión opuesta de que el cerebro humano en desarrollo es una
tabula rasa. La única naturaleza humana, decían, es una mente indefinidamente
flexible. La suya era la posición política estándar adoptada por los marxistas
desde finales de la década de 1920 en adelante: la economía política ideal es
el socialismo, y la mente tabula rasa de la gente puede adaptarse a ella. Una
mente que surge de una naturaleza humana genética podría no resultar en un
concepto cómodo para los socialistas [1].
En
el anterior párrafo también se habla de la tabula rasa como la una idea
preponderante en los marxistas. El concepto de la tabula rasa es fácil de
explicar [8, 9]. Sus defensores dicen
que nuestro cerebro llega al mundo como un pizarrón en blanco en el cual la
cultura es la única que escribe para moldear nuestro comportamiento sin
reconocer que llegamos al mundo con “características” de fábrica. Es
decir, los defensores de esta idea de la tabula rasa no son interaccionistas
pues sostienen los Marxistas por ejemplo que los humanos no tenemos instintos
cuando es obvio que al igual que otros animales, sí los tenemos. Es obvio que
no venimos con el cerebro totalmente en blanco.
Lo que pasa es que si fuéramos a hacer una simulación computarizada para
lograr una sociedad igualitaria como a la que aspiran los Marxistas, ayudaría
mucho que todos partiéramos de cero, como una tábula rasa y por eso a intelectuales
marxistas como Lewontin, Steven Rose, and Leon J. Kamin quienes expusieron esto
en su libro “No está en Nuestros Genes” [10] se fueron en contra de
las ideas sobre el comportamiento humana expuestas en la Sociobiología de
Wilson [1, 2].
estas críticas perdieron fuerza con el colapso del socialismo mundial y el fin
de la Guerra Fría cuando a partir de 1990 la Unión Soviética se disolvió y
según Wilson estos argumentos ya son mínimos [1]. Pero aquí en
Iberoamérica, donde todo pasa de forma atrasada con respecto al mundo
anglosajón, todavía esta discusión amenaza el modelo económico de nuestros
países por parte de organizaciones de izquierda como el “Foro de Sao Paulo”,
como ya lo expuse en mi post “El
Engaño Populista de Izquierda: Un Resumen Aclamatorio del libro Axel Kaiser y
Gloria Álvarez” [11-13].
Sin
embargo, en la década de 1970, cuando la controversia sobre la sociobiología
humana aún estaba al rojo vivo, miembros de la nueva izquierda se unieron a los
viejos marxistas y los fortalecieron en gran medida en una segunda objeción,
esta vez centrada en la justicia social. Si los genes prescriben la naturaleza
humana, dijeron, entonces también podrían existir diferencias erradicables en
la personalidad y la capacidad de las personas. Tal posibilidad no puede ser
tolerada. Al menos, su discusión no puede ser tolerada, dijeron los críticos,
porque inclina el pensamiento hacia una pendiente resbaladiza por la cual la
humanidad desciende fácilmente al racismo, el sexismo, la opresión de clase, el
colonialismo y, quizás lo peor de todo, ¡al capitalismo! Al final del siglo XX,
esta disputa ya había sido resuelta. La variación basada genéticamente en la
personalidad y la inteligencia individuales se ha demostrado de manera
concluyente, aunque las diferencias raciales estadísticas, si las hay, siguen
sin probarse. Al mismo tiempo, todos los males proyectados excepto, el
capitalismo, han comenzado a disminuir en todo el mundo. Ninguno de los cambios
puede atribuirse a la genética del comportamiento humano o a la Sociobiología.
El capitalismo aún puede caer: – ¿quién puede predecir la historia? – pero,
dada la abrumadora evidencia disponible, el marco hereditario de la naturaleza
humana parece permanentemente seguro [1].
embargo, el camino no es fácil. La lentitud con la que se ha extendido la
sociobiología humana (hoy también llamada Psicología Evolucionista [1]) se debe no sólo a la
ideología y la inercia, sino también y más fundamentalmente, a la tradicional
división entre las grandes ramas del saber. Desde principios del siglo XIX, se
ha asumido que las ciencias naturales, las ciencias sociales y las humanidades
están epistemológicamente separadas entre sí, lo que requeriría diferentes
vocabularios, modos de análisis y reglas de validación. La línea divisoria
percibida es esencialmente la misma que entre las culturas científica y
literaria definida por C. P. Snow en 1959 (citado aquí en su versión de 2012 [14]), quien entre otras
cosas dijo que la ruptura de comunicación entre las ciencias y las humanidades,
y la falta de interdisciplinariedad es uno de los principales inconvenientes
para la resolución de los problemas mundiales. Todo esto todavía fragmenta el
paisaje intelectual [1].
En
cuanto a la sinonimia entre Sociobiología Humana y Psicología Evolucionista hay
que hacer una anotación. El nacimiento oficial de la Psicología Evolucionista lo marca
la publicación del libro “La Mente Adaptada” [15] en 1992. Toma los
principios de la sociobiología y los combina con una forma cognitiva de ver la
mente, en particular en cuanto a su modularidad. La idea es la mente tiene
diferentes módulos para resolver diferentes problemas. Estos módulos no
necesariamente están dispuestos de forma discreta en diferentes partes del
cerebro de modo que sería muy difícil localizarlos precisamente. Pero esta es
la idea de la psicología cognitiva (teoría computacional de la mente): el cerebro es el hardware, el sistema
operativo (windows) es la mente y cada aplicación o programa es un módulo para
resolver diferentes problemas. Esta forma modular de ver la mente es lo que Lance
Workman (profesor de psicología de la University of South Whales) y Will Reader
(profesor de psicología de la Sheffield Hallam University) del Reino Unido
llaman la escuela de Santa Barbara [16] para separar las dos
acepciones del término Psicología Evolucionista; en una versión general se
trata de entender la relación entre evolución y comportamiento. En este último
sentido sería equiparable a la Sociobiología. Pero cuando se involucra
modularidad de la mente, concepto propio de la psicología cognitiva, entonces
se habla de la escuela de Santa Barbara (Universidad de California en Santa
Bárbara: UCSB). En esta forma específica de ver la Psicología Evolucionista
son muy importantes científicos como John Tooby, Leda Cosmides, David Buss,
Robert Kurzban, Steven Pinker y Jerome Barkow [16].
Según
lo explica EO Wilson en la edición del año 2000 de la Sociobiología [1]
hay
un amplio e inexplorado dominio entre las humanidades y la biología que promete
muchos descubrimientos. Entre las disciplinas fronterizas que están explorando
en este dominio desde el lado de las ciencias naturales tenemos:
–
La
neurociencias: Mapea la
actividad cerebral con una resolución cada vez más precisa en el espacio y el
tiempo. Ahora se pueden rastrear vías neuronales, algunas correlacionadas con
patrones de pensamiento complejos y sofisticados. Los trastornos mentales se
diagnostican rutinariamente por este medio, y los efectos de drogas, fármacos, hormonas
y/o neurotransmisores se pueden evaluar casi directamente. Los neurocientíficos
son capaces de construir réplicas de la actividad mental que, aunque todavía
son bastante incompletas, van mucho más allá de las especulaciones filosóficas
del pasado. Luego pueden coordinarlos con experimentos y modelos de la
psicología cognitiva. Como resultado, las ciencias del cerebro pueden ayudar a
cerrar una de las mayores brechas del terreno intelectual; la que existe entre
el cuerpo y la mente. Es decir, este es otro puente entre biología y humanidades:
Neurociencias Cognitivas que son la suma de neurobiología y cognitivismo que es
la rama dominante actualmente de la psicología la cual es parte de las
humanidades. Steven Pinker, importantísimo profesor de Harvard, quien
como ya se dijo, es una figura clave en la Psicología Evolucionista, dice en su
libro “Como Funciona la Mente” [17, 18] que lo psicólogos
cognitivistas y los neurocientíficos están cavando de partes opuestas del túnel
y que pronto se encontrarán, constituyendo una especie a “Neuropsicología
Cognitiva”, diría yo.
–
En genética humana, con secuencias de pares de bases y mapas genéticos muy
avanzados y casi completos (el proyecto de mapeo del genoma humano se completó
en 2003 y ahora sigue la gigantesca tarea de develar el proteoma humano) se ha
abierto un enfoque directo a la herencia del comportamiento humano. Aunque una
genómica total, que incluya los pasos moleculares de la epigénesis y las normas
de reacción en la interacción gen-ambiente, aún está lejos. Pero se están desarrollando
los medios técnicos para lograrlo. Una gran parte de la investigación en
biología molecular y celular se dedica a ese fin. Las implicaciones para la
unión del conocimiento o Consiliencia [19, 20] son profundas: cada
avance en la genómica neuropsicológica reduce aún más la brecha entre la mente
y el cuerpo [1].
que la neurociencia cognitiva pretende explicar cómo funcionan los cerebros de
los animales humanos y no humanos, y la genética estudia cómo funciona la herencia, la
biología evolutiva pretende explicar por qué funcionan los cerebros o, más
precisamente, a la luz de la teoría de la selección natural, qué adaptaciones,
si las hubo, llevaron al ensamblaje de sus respectivas partes y procesos [1]; en pocas palabras
esto último se refiere a la psicología evolucionista en sentido amplio, es
decir no circunscrita a la ya explicada escuela de Santa Bárbara [16].
Durante
las últimas décadas, se ha recopilado una cantidad impresionante de datos
etnográficos para probar las hipótesis de adaptación. Como resultado, ahora
poseemos una comprensión mucho más clara de la etnicidad, la clasificación de
parentesco, las costumbres matrimoniales, los tabúes del incesto y otros
elementos básicos de las ciencias humanas. Los nuevos modelos de conflicto y
cooperación, que se extienden desde la teoría original del conflicto entre
padres e hijos de Robert L. Trivers de la década de 1970 [21] y desde las ingeniosas
aplicaciones de la teoría de juegos, se han aplicado fructíferamente a la
psicología del desarrollo y a una asombrosa diversidad de otros campos, como
por ejemplo la embriología, pediatría y el estudio de la impronta genómica. Las
comparaciones con el comportamiento social de los primates no humanos, que ahora
es una de las principales preocupaciones de la antropología biológica, han
demostrado ser valiosas en el análisis de los fenómenos del comportamiento
humano que son crípticos o complejos [1].
floreciente en zoología, pero su mayor importancia seguramente será la
promoción de la unificación de las grandes ramas del saber. ¿Por qué es
importante esta conjunción? Porque ofrece la perspectiva de caracterizar la naturaleza
humana con mayor objetividad y precisión, una exactitud que es la clave para la
autocomprensión. La comprensión intuitiva de la naturaleza humana ha sido la
sustancia de las artes creativas. Es el puntal último de las ciencias sociales
y un misterio atractivo para las ciencias naturales. Comprender la naturaleza
humana de manera objetiva, explorarla científicamente hasta las profundidades y
comprender sus ramificaciones mediante explicaciones de causa y efecto que
conducen de la biología a la cultura, sería acercarse a alcanzar el grial de la
erudición y cumplir los sueños de la humanidad: la iluminación [1].
El significado de la naturaleza
humana es alcanzable en las disciplinas fronterizas. Hemos llegado a entender
que la naturaleza humana no está determinada totalmente por los genes. Tampoco
son los universales culturales, como los tabúes del incesto y los ritos de
iniciación. Más bien, la naturaleza humana son las reglas epigenéticas, las
cuales según Wilson son el cableado neuronal basado genéticamente que
simplemente predispone al cerebro a favorecer ciertos tipos de acción [22]. Estas reglas son los sesgos genéticos en la forma en
que nuestros sentidos perciben el mundo, la codificación simbólica mediante la
cual nuestros cerebros lo representan, las opciones a la cuales nos
abrimos y las respuestas que encontramos más fáciles y gratificantes de dar. En
formas que se están aclarando a nivel fisiológico e incluso en algunos casos a
nivel genético, las reglas epigenéticas alteran la forma en que vemos y
clasificamos intrínsecamente el color, nos llevan a evaluar la estética del
diseño artístico según formas abstractas elementales y el grado de complejidad.
Nos llevan diferencialmente a adquirir miedos y fobias acerca de los peligros
en el entorno antiguo de la humanidad (como las serpientes y las alturas), a
comunicarnos con ciertas expresiones faciales y formas de lenguaje corporal, a
vincularnos con los bebés, a vincularnos conyugalmente, y así sucesivamente. La
mayoría de estas reglas son evidentemente muy antiguas, datan de millones de
años en la ascendencia de los mamíferos. Otros, como los pasos ontogenéticos
del desarrollo lingüístico en los niños (explorado por Steven Pinker como como
un instinto que se ve modificado con el aprendizaje [23]) , son exclusivamente humanos y probablemente tengan
solo cientos de miles de años [1].
Las
reglas epigenéticas, del modo como las ve EO Wilson [22] han sido objeto de
muchos estudios durante el último cuarto de siglo XX en biología y ciencias
sociales, revisadas por ejemplo los ensayos extendidos de Wilson sobre la
naturaleza humana [24] y
Consilience: La Unificación del Conocimiento [19, 20], como
también en el ya mencionado libro “La Mente Adaptada” editado por Jerome L.
Barkow et al. en 1992 [15]. Este
cuerpo de evidencia pone de manifiesto que, en la creación de la naturaleza
humana, la evolución genética y la evolución cultural juntas han producido un
producto estrechamente entrelazado. Apenas estamos comenzando a tener una idea
de cómo funciona el proceso. Sabemos que la evolución cultural está sesgada
sustancialmente por la biología y que la evolución biológica del cerebro,
especialmente la neocortex (conocido en ciencias médicas simplemente como
corteza cerebral), se ha producido en un contexto social, pues nuestro nicho,
además del ambiente físico, incluye el social, de modo que la interacción con
otros humanos ha sido un aspecto muy importante, dándole forma a nuestra
psicología en general y en particular a nuestra habilidad de “leer la mente” de
los demás (nuestra habilidad de atribuir pensamientos, sentimientos, creencias
y deseos a otros) de modo que hoy, el desarrollo psicológico de los humanos
depende de la presencia de otros humanos para que el mismo se dé normalmente y
esta necesidad de “leer la mente” explica, al menos en parte, la evolución de
cerebros grandes como los de nuestra especie [25]. Pero los principios y
los detalles son el gran desafío de las disciplinas fronterizas emergentes que
acabamos de describir. El proceso exacto de coevolución gen-cultura es el
problema central de las humanidades, y es uno de los grandes enigmas remanentes
de las ciencias naturales. Resolverlo es el medio obvio por el cual las grandes
ramas del aprendizaje pueden unirse de manera fundamental [1].
la última parte del siglo XX EO Wilson se dedicó, entre otras disciplinas, a la
biología de la conservación, la cual ha resultado ser más ligada a la sociobiología
humana de lo inicialmente pensado. La naturaleza humana – las reglas
epigenéticas – no se originaron en las ciudades y las tierras de cultivo, pues
estas últimas serían demasiado recientes en la historia humana para haber
impulsado cantidades significativas de evolución genética. El vínculo habría sido,
en una escala de tiempo evolutivo, abruptamente debilitado por la invención y
expansión de la agricultura y luego casi borrado por la implosión de una gran
parte de la población agrícola en las ciudades durante las revoluciones
industrial y posindustrial. A medida que la cultura global avanzó hacia la
nueva era tecnocientífica, la naturaleza humana se quedó atrás en la era
paleolítica [1].
Aquí
es imposible no volver a hacer un comentario con respecto a Steven Pinker. En
su libro “Cómo Funciona la Mente” [18], dice que si lo
volviese a escribir, de pronto reconocería que nuestro comportamiento sí ha
cambiado, evolucionistamente hablando después del pleistoceno (2.5 millones a
10,000 años atrás) lo cual no es un punto de vista ortodoxo, pues la mayoría de
autores hablan de nuestro Ambiente de Adaptación Evolutiva [7] como algo restringido
al pleistoceno. Después del mismo empezó, hace unos 10,000 años atrás, el
holoceno, lo cual coincidiría aproximadamente con la revolución neolítica, cuya
característica predominante es el comienzo de la domesticación de plantas y
animales por parte del hombre. Dado el gradual proceso de “urbanización” que
esto conllevo durante el desarrollo de las primeras ciudades, lo cual incluye
códigos culturales de conducta (abogacía primitiva) progresivamente más
complejos, yo me pregunto: ¿No será que los humanos nos hemos estado
auto-domesticando? ¿No será que los humanos más pacíficos, que son capaces de
vivir armónicamente en ciudades grandes, han sido favorecidos por la selección
artificial de la misma humanidad? De pronto vivir en ciudades no es tan
anti-natural como lo expone Desmond Morris en su libro “El Zoo Humano” [26, 27]. Estas preguntas
podrían ser respondidas afirmativamente si nos fijamos en otro libro de Pinker
llamado “Los Ángeles que Llevamos Dentro” [28] donde este icónico
autor demuestra, con evidencia en mano, como la violencia ha declinado durante
la historia humana. En otras palabras, y aunque el trabajo de los noticieros es
concentrarse en lo negativo, es posible que el presente, sea una el momento de
mayor “civilidad” de la humanidad. Pero obviamente nos falta mucho para llegar
a ser aceptablemente civilizados de verdad. Volviendo a las épocas geológicas
recientes (“ceno” en geología significa reciente), muchos autores piensan que
ahora estamos en el antropoceno por el impresionante efecto, negativo, que ha acumulado
la humanidad sobre nuestro planeta, especialmente en su biósfera. La detonación
de la primera bomba atómica, en el desierto de Nuevo México el 16 de julio de
1945, marcaría el principio del Antropoceno [29] lo cual
demuestra aunque nos hemos civilizado mucho a lo largo de nuestra historia, nos
falta mucho, pues una especie realmente civilizada no estaría destruyendo el
único planeta en el cual en la actualidad puede habitar; la Tierra.
adoptada por el Homo sapiens moderno hacia el entorno natural. Los
entornos naturales se aprecian, pero al mismo tiempo se someten y transforman.
El planeta ideal para la psique humana parece ser uno que ofrece una extensión
interminable de territorio fértil y desocupado para ser usado en la producción
de más personas. Pero la Tierra es finita, y su población humana que sigue
creciendo exponencialmente, se está quedando rápidamente sin tierra productiva
para dicha conversión. Claramente, la humanidad debe encontrar una manera para
estabilizar a su población y alcanzar un nivel de vida decente universal, al
mismo tiempo que preserva la mayor cantidad posible del medio ambiente natural
y la biodiversidad de nuestro planeta. Queda entonces claro que a medida que la
necesidad de estabilizar y proteger el medio ambiente se vuelva más urgente en
las próximas décadas, la vinculación de las dos naturalezas, la humana y la
salvaje, se convertirá en una preocupación intelectual central [1].
Hasta
aquí se ha reseñado el prefacio agregado por EO Wilson a la edición del
aniversario número 25 [1], es decir la versión
del año 2000 de su libro de Sociobiología. A partir de aquí se empieza a
reseñar el primer capítulo de dicho libro, que es exactamente igual en las dos
versiones mencionadas del año 1975 y 2000 [1, 2].
La
Moralidad y El Egoísmo del Gen
Camus (1913-1960), filósofo existencialista francés nacido en Argelia, dijo que
la única cuestión filosófica importante sería es el suicidio. Eso es incorrecto
incluso en el sentido estricto original. El biólogo, que se preocupa por
cuestiones de fisiología e historia evolutiva, se da cuenta de que el
autoconocimiento está limitado y moldeado por los centros de control emocional
en el hipotálamo y el sistema límbico del cerebro. Estos centros inundan
nuestra conciencia con todas las emociones – odio, amor, culpa, miedo y otras –
que son consultadas por los filósofos que estudian la ética y que desean intuir
las normas del bien y del mal. Entonces, nos vemos obligados a preguntarnos,
¿qué fabricó el hipotálamo y el sistema límbico? Evolucionaron por selección
natural. Ese simple enunciado biológico debe ser explorado para explicar la
filosofía ética, y de pronto la epistemología, en todas sus profundidades. La
auto-existencia, o el suicidio que le pone fin, no es la cuestión central de la
filosofía. El complejo hipotálamo-límbico niega automáticamente tal reducción
lógica al contrarrestarla con sentimientos de culpa y altruismo. De esta
manera, los propios centros de control emocional del filósofo son más sabios
que su conciencia solipsista (es la creencia metafísica de que lo único de lo
que uno puede estar seguro es de la existencia de su propia mente),
“sabiendo” que en el tiempo evolutivo el organismo individual no
cuenta casi para nada. En un sentido Darwinista, el organismo no vive para sí
mismo. Su función principal ni siquiera es reproducir otros organismos;
reproduce genes y les sirve de portador temporal. Cada organismo generado por
reproducción sexual es un subconjunto único y accidental de todos los genes que
constituyen la especie. La selección natural es el proceso por el cual ciertos
genes obtienen una representación superior en las siguientes generaciones a la
de otros genes ubicados en las mismas posiciones cromosómicas. Cuando se
fabrican nuevas células sexuales en cada generación, los genes ganadores se
separan y se vuelven a ensamblar para fabricar nuevos organismos que, en
promedio, contienen una mayor proporción de los mismos genes. Pero el organismo
individual es sólo su vehículo, parte de un elaborado dispositivo para
preservarlos y propagarlos con la menor perturbación bioquímica posible. El
famoso aforismo que dice que la gallina es solo la forma en que un huevo hace
otro huevo, se ha modernizado; el organismo es solo la forma en que el ADN hace
más ADN. Más concretamente, el hipotálamo y el sistema límbico están diseñados
para perpetuar el ADN [2]. En
lo acabado de mencionar, EO Wilson fue un poco adelantado pues esta visión de
que los seres vivos somos empaques desechables que los genes utilizan para
perpetuarse generación fue divulgada al público en general por primera vez por
Richard Dawkins en 1976 en su libro “El Gen Egoísta” [30].
En
el proceso de selección natural, cualquier carácter que pueda insertar una
mayor proporción de ciertos genes en las generaciones subsiguientes llegará a ser
preponderante a la especie. Una clase de tales rasgos promueve la supervivencia
individual. Otro promueve un rendimiento de apareamiento superior y el cuidado
de la descendencia resultante. A medida que se agrega un comportamiento social
más complejo por parte del organismo a las técnicas de los genes para
replicarse, el altruismo se vuelve cada vez más frecuente y eventualmente
aparece en formas exageradas. Esto nos lleva al problema teórico central de la
sociobiología: ¿Cómo es posible que el altruismo, que por definición
reduce la aptitud reproductiva individual, evolucione por selección natural? La
respuesta es el parentesco; si los genes que causan el altruismo son
compartidos por dos organismos debido a su ascendencia común, y si el acto
altruista de un organismo aumenta la contribución conjunta de estos genes a la
siguiente generación, la propensión al altruismo se extenderá a través del
acervo genético de la especie en cuestión [2].
Aquí
hay hablar de fitness o aptitud inclusiva para explicar aún mejor el altruismo.
Entra en juego otro concepto clave que es la selección de parentesco o familiar
[31]. Esta última explica
como algunos genes aumentan su proporción en el acervo genético de la población
como resultado de la interacción entre familiares o miembros de un grupo que
comparten genes. La idea es que un individuo se muestra proclive a ayudar en la
supervivencia de otros individuos con quienes tenga genes en común, como lo
pueden ser especialmente sus hijos, u otros miembros de su grupo. Esto se regularía
por la regla de Hamilton de 1964, citado en el libro “Introducción a la
Psicología Evolucionista” de Dylan Evans (London School of Ecomomics) y Oscar Zarate
(ilustrador de este libro que se encuentra en formato comic) publicado
originalmente en 1999 [7]. Dicha regla estaría
ilustrada por la siguiente fórmula:
r>c/b
Donde
r es el grado de parentesco (relatedness), c es el costo y b es
el beneficioso recibido por el recipiente del acto altruista. En pocas palabras
si el grado de parentesco es mayor al costo del favor, un individuo estará más
proclive a ayudar a otro, así no reciba recompensa; esto es lo que llama
altruismo no-recíproco. Volvemos a la idea de que los genes son egoístas [6, 30], a los mismos lo que
les importa (hablando de forma fabulesca pues es obvio que lo genes no tienen
intenciones conscientes) es seguirse perpetuándo de generación en generación, sin importar en
que individuo en particular estén contenidos [6, 30].
a Camus y a la pregunta, “¿El Absurdo dicta la muerte?”, dicho
filosofo respondió que la lucha hacia las alturas es suficiente para llenar el
corazón de un hombre. Este árido juicio es probablemente correcto, pero tiene
poco sentido excepto cuando se examina de cerca a la luz de la teoría de la
evolución. El complejo límbico-hipotálamo de una especie altamente social, como
el hombre, “sabe”, o más precisamente, ha sido programado para
funcionar como si supiera, que sus genes subyacentes proliferarán al máximo
solo si orquesta respuestas conductuales que incluyan una mezcla eficiente de
supervivencia personal, reproducción y altruismo. En consecuencia, los centros
del complejo sobrecargan la mente consciente con ambivalencias cada vez que los
organismos se encuentran con situaciones estresantes. El amor se une al odio;
agresión, miedo; expansividad, huida; y así, en mezclas diseñadas para promover,
no la felicidad del individuo sino para favorecer la máxima transmisión de sus genes [2].
Por
el momento, baste señalar que lo que es bueno para el individuo puede ser
destructivo para la familia; lo que preserva a la familia puede ser deletéreo
tanto para el individuo como para la tribu a la que pertenece su familia; lo
que promueve la tribu puede debilitar a la familia y destruir al individuo; y
así, hacia arriba a través de las permutaciones de los niveles de organización.
Contrarrestar la selección en estas diferentes unidades dará como resultado que
ciertos genes se multipliquen y fijen, otros se pierdan y las combinaciones de
otros se mantengan en proporciones estáticas. De acuerdo con la presente teoría,
algunos de los genes producirán estados emocionales que reflejan el equilibrio
de las fuerzas de selección que se contrarrestan en los diferentes niveles [2]. Sin
embargo Sober & David Sloan Wilson de la Binghamton University en el Reino
Unido y dentro de su teoría de selección multinivel [32] han argumentado que la
selección de grupos puede ser compatible con la selección individual. Un
ejemplo claro de esto son nuestros propios cuerpos. Nuestros genes no pelean
agresivamente por espacio en los cromosomas. Al contrario, colaboran en su
replicación y transmisión colectiva. De la misma forma, las células de nuestro
cuerpo no se reproducen sin control a expensas de otras (como lo hacen las
células cancerosas) pues esto pondría en peligro al vehículo (nuestro cuerpo).
Al contrario, las células de un organismo cooperan entre sí, para el bien del
vehículo (organismo). La selección de grupo permite la persistencia de ciertos
comportamientos altruistas que aumentan la eficacia biológica de otro a costas
de la propia, lo cual no se podría dar si la unidad de selección fuera
únicamente el individuo [33]. Sober & David
Sloan Wilson argumentan que bajo ciertas circunstancias es posible que los
grupos de animales funcionen como vehículos sobre los cuales puede actuar la
selección [32].
Entonces, se ha planteado un
problema de filosofía ética (uno de aquellos abordados por Camus) para
caracterizar la esencia de la sociobiología, la cual por lo tanto se define
como el estudio sistemático de las bases biológicas de todo comportamiento
social. Por el momento, se centra en las sociedades de animales no humanos,
pero la disciplina también se ocupa del comportamiento social nuestros
ancestros y las características adaptativas de la organización en las
sociedades humanas contemporáneas más primitivas [2].
que no sea exagerado decir que las humanidades, son las últimas ramas de la
biología que esperan ser incluidas en la Síntesis Moderna [1, 2]. Para mí es claro que
EO Wilson aquí está diciendo que las humanidades, al versar sobre seres vivos
como los somos los humanos, son ramas de la biología. Una de las funciones de
la sociobiología, entonces, es reformular los fundamentos de las ciencias
sociales de manera que atraiga a estas cuestiones a la Síntesis Moderna. Queda
por ver si las ciencias sociales pueden biologizarse verdaderamente de esta
manera. Esta comparación puede parecer somera, pero es a partir de tal
simplificación deliberada que se hacen los principios de una teoría general. La
formulación de una teoría de la sociobiología constituye uno de los grandes
problemas de la biología para los próximas décadas [2].
Conclusiones:
La síntesis evolutiva moderna (también
síntesis moderna, síntesis evolutiva, teoría sintética, síntesis neodarwinista
o neodarwinismo), la cual se cristalizó alrededor 1942 con varias publicaciones
precedentes como las de Ernst Mayr y Theodosius Dobzhansky (quien acuñó la
oración “Nada tiene sentido en
biología si no es a la luz de la evolución”), de pronto siendo la más
icónica la “Evolución: La Síntesis Moderna” de Julian Huxley originalmente
publicada en 1942 [34], se trató de la
unificación de la teoría de evolución por selección natural de Darwin y Wallace con los
hallazgos genéticos de Mendel, lo cual permitió que la unificación de conceptos
de la fisiología, ecología, sistemática, paleontología, citología, etc., bajo
la sombrilla de biología. Para mi es claro que EO Wilson, al bautizar su libro
“Sociobiología: La Nueva Síntesis” tenía la intención de que su esta tuviera la
misma importancia que la síntesis evolutiva moderna de los años 1942.
Ciertamente la EO Wilson es el padre de la Sociobiología, pero faltaría
explorar más la bibliografía disponible para ver si tuvo el mismo impacto de
Síntesis Evolutiva. Lo que si es cierto es que este libro oficializó la
posibilidad de que las humanidades fueran canibalizadas por la biología (esta
es la idea que deja entre ver EO Wilson, cuando era joven, en la introducción
de su Sociobiología de 1975 [2]), además de sentar las
bases para el posterior surgimiento de la Psicología Evolucionista y en
general, junto con la invención por parte de Richard Dawkins del concepto del
meme (contraparte cultural del gen) en su libro “El gen egoísta” publicado
originalmente en 1976 [6, 30], hizo que se empezara
a tomar en serio el estudiar ese dominio que existe entre las humanidades y la
biología. Yo nombro mucho la Psicología Evolucionista porque es algo que he
explorado con un poco de profundidad y además es uno de los paradigmas que unen
la biología con las humanidades al estar compuesta por evolución darwiniana
(biología) y psicología cognitiva (humanidades). Volviendo a la biologización
de las humanidades, Evans y Zarate, originalmente en su libro en formato comic
publicado en 1999 [7] dicen la “Psicología
Evolucionista” algún día se empezará a llamar simplemente “Psicología” pues la
misma será transformada totalmente por el enfoque Darwiniano.
la aparente separación epistemológica entre las ciencias duras y las
humanidades, las grandes ramas del conocimiento, no es una línea en absoluto,
sino un amplio dominio inexplorado, que espera investigación cooperativa de
ambos lados según EO Wilson decía en el año 2000 [1]. En esto se ha
avanzado bastante. Además de la psicología evolucionista, se ha empezado a
explorar dicho dominio lo cual se puede ver en libros en los cuales se usa
teoría evolutiva darwiniana para estudiar evolución cultural [35], otro libro que me
llamó la atención es uno donde se combina genes, memes, cultura y enfermedades
mentales [36], y del mismo EO Wilson
tenemos “El Puente de Darwin: Unificando las Humanidades y las Ciencias”
publicado en 2016 [37] y “Consilience: la
Unidad Del Conocimiento” [19, 20] de 1999, libros que
serán paulatinamente reseñados en este blog dentro de esta multi-línea de
investigación que estoy abordando como lo anuncié en post anterior llamado “Coevolución
Biológico-(genes) Cultural-(memes)” del comportamiento humano [38].
Con
respecto a la mala recepción que tuvo el capítulo de comportamiento humano de
la Sociobiología en sectores marxistas, quiero contar una anécdota personal. A
mediados de 2010, al finalizar un curso para los estudiantes de maestría en
filosofía en la Universidad del Valle en Cali-Colombia, a mí como asistente ya
con el grado de maestría (Máster en Ciencias Biomédicas) se me exigió, como los
demás, hacer una exposición sobre comportamiento humano. Yo quería hacer mi
Doctorado (PhD) en filosofía inocentemente pensando que esto me ayudaría a
unificar mis superficiales y dispersos intereses intelectuales. El profesor
Wiligon, llamémoslo así, iba a ser mi tutor doctoral y me pasó literatura
francesa (su PhD lo hizo en este país) que un buen amigo me ayudo a traducir.
Duramos como dos semanas traduciendo ese material del francés al español para
al final hacer una exposición. Hasta que al final me dije – pero yo no estoy de
acuerdo con lo que estos autores hablan del comportamiento reproductivo humano
y todo lo que lo rodea – . Entonces hice mi propia exposición sobre el tema,
pero basado en autores anglosajones, como los que generalmente cito en este, mi
blog. Esta exposición que posteriormente publiqué en una revista divulgativa
colombiana [39] no le gusto para nada
a Wiligon. Era claro que no éramos ideológicamente compatibles por más
centrados que tratamos de ser durante nuestras charlas, pues él es de izquierda
y yo de derecha y esto quedó patente durante dicha exposición mía. Cuando
durante la misma hable de que EO Wilson era interaccionista, Wiligon dijo: –
Esas son limosnas hermenéuticas – . Es decir, pequeñas concesiones
interpretativas que se le conceden a las personas que no están de acuerdo, en
este caso con EO Wilson. Este autor, como la gran mayoría de los que estudian
en comportamiento humano, no desconocen el papel de la cultural y
verdaderamente son interaccionistas. Es la interacción genético-cultural lo que
explica el resultado, es decir el comportamiento humano. Desconcer esto es como
negar la fórmula más básica de la genética:
F
(Fenotipo, es decir la forma o comportamiento observable) = Genotipo (Genética)
+ Ambiente (que el en el caso del estudio del comportamiento humano es
preponderantemente la cultura). F = G + A.
está equivocado con respecto a EO Wilson. Pero solo cuando ya estaba yo
viviendo en Ibagué-Colombia a partir del segundo semestre de 2010, después de
salir de dicha mal recibida exposición que precipito nuestro traslado a la
última y pequeña ciudad nombrada de en el cetro de Colombia, fue que me empecé
a dar cuenta de mi error. Wiligon, desde 2006 cuando le escribí inicialmente por
email que quería saber más de su grupo de investigación “Etología y Filosofía”, me
respondió dándome la bienvenida al mismo, pero advirtiendo que él no tenía nada
que ver con Wilson. Yo en 2006 no tenía ni idea quien era EO Wilson. Gran
error. Se podría decir que perdí cuatro años de labores diplomáticas para
entrar al nuevo doctorado en filosofía contando como tutor a Wiligon. Pero no
fueron perdidos pues este profesor me sirvió como anti-ejemplo ideológico.
Además, cuando le expresé que quería hacer un libro anecdótico personal me
explicó que debería inventar un personaje y de esta forma ventilar mis
neurosis. Hay que reconocer que ese fue un buen consejo que después cristalicé
en un libro autobiográfico ucrónico (novela donde se crea una línea de tiempo
alterna) que publiqué en 2017 llamado “Las Anécdotas de un Cuarentón Bipolar en
Cali-Colombia” [40] . El tal es que donde
yo hubiese sabido de la sociobiología y su descendiente la psicología
evolucionista antes de 2010 probablemente hubiera hecho doctorado (PhD) en
Psicología en la misma Universidad en Cali, como lo viví en forma de fantasía en
dicho libro ucrónico [40] que, siguiendo elconsejo de Wiligon, es protagonizado por un personaje que me representa y quiensí hace el último doctorado nombrado (PhD en Psicología). En pocas palabras vi
la luz muy tarde. Es decir, no me percaté a tiempo de que el territorio, ya no
tan gris, entre la biología y las humanidades, lo cual incluye la psicología
evolucionista, hubiese podido ser una buena multilínea de investigación donde
hubiese llegado ser profesor universitario de planta con doctorado. En la vida
real probablemente igual no hubiera podido hacer PhD (ya no hice doctorado)
pues psiquiátricamente quedé impedido por varios años por la prematura muerte
de mi papá en 2007. Además, si se observan las categorías de este mi blog, se
puede ver que no me pude centrar en un solo tema, por más que lo intenté, pues
por mi bipolaridad soy muy inquieto y eso me ha convertido en especialista en
asuntos generales, como
ya lo expresé en un post pasado de este blog [41]. En pocas palabras no
tengo vocación doctoral pues me aburriría del tedio dedicándome toda mi vida a
un solo tema en particular.
En
su Sociobiología EO Wilson dice, y repito, que las negativas críticas surgieron de
Marxistas en medio de la guerra fría que terminó a principios en los 1990s. Pero
como dice la hermosa e inteligentísima politóloga Guatemalteca Gloria Álvarez [11-13], en Iberoamérica
seguimos con esas discusiones entre izquierda y derecha que van más allá del
mero debate y configuran un real riesgo de que las ideas socialistas se lleven
a la realidad como pasa en países como Cuba, Venezuela y Nicaragua, lo cual en
la actualidad y de forma potencial, amenaza a toda Latinoamérica. Y es que aquí
volvemos a la diferencia entre literatura francesa vs anglosajona de la cual
hablábamos en mis apuntes anecdóticos con respecto al profe Wiligon. Yo
concluyo que hubo dos revoluciones casi a la vez, una violenta y la otra
pacífica, que terminarían marcando la gran diferencia que existe entre nuestros
países latinoamericanos y aquellos de Norteamérica. La revolución francesa,
alrededor de 1789 fue violenta y de naturaleza socialista, usando la
terminología de nuestros días. De hecho, durante la misma fue que surgieron los
términos derecha e izquierda. En la asamblea constituyente de 1789 de esta
revolución, hubo un día en el cual los partidarios de no quitarle poderes al
rey se hicieron a la derecha del presidente de dicha asamblea y los que
propendían por acabar con la monarquía se hicieron a la izquierda, ganando los
últimos. Esto y el hecho de que en esta revolución se insistía en la igualdad material
de los individuos, marcó el tinte socialistoide de la misma. Y en la revolución
francesa fue que se fundamentaron las luchas independentistas de nuestros
países latinoamericanos. Unos años antes de la francesa, y de forma pacífica,
surgió en 1760, formalmente, un revolucionario sistema económico en Inglaterra
y Holanda (parte de los Países Bajos) que disparó el ingreso per cápita. Este
sistema se llama capitalismo. Y en esta y otras ideas anglosajonas como lo son
el respecto por las libertades individuales, es decir, el darle más importancia
al individuo que a la sociedad, fue en lo que los padres fundadores de los
Estados Unidos de América se basaron para crear dicho gran país. He ahí la
pequeña gran diferencia ideológica que explica la riqueza de Norteamérica y la
pobreza de Latinoamérica.
Volviendo
a los genes egoístas, expresión que como ya se dijo fue popularizada por Richard
Dawkins [6, 30] y hablando en forma de
fábula pues obviamente los genes no tienen en consciencia, no les importa la
felicidad del organismo donde habita. Solamente les importa pasar en generación
en generación, repito. Y cuando una persona se reproduce, además de ayudar a
que la plaga humana que tiene enferma al planeta siga creciendo, está cayendo
en el mencionado juego de los genes. De esto también se concluye que por
ejemplo el envejecimiento es algo que está, en su mayor parte, programado
genéticamente, pues si no hay recambio generacional los genes no podrían
evolucionar y se extinguirían. A los genes no les conviene habitar en un
organismo que viva indefinidamente pues no podrían seguir saltando de
generación en generación, repito. La prueba de esto está en que la longitud
promedio de la de vida de las diferentes especies o grupos biológicos es
diferente. Entonces, en teoría se podría diseñar un organismo que no envejezca
y que, si nada contundentemente trágico le pasa, podría vivir indefinidamente.
Gracias a los adelantos en salud en el último siglo, la expectativa vida ha
aumentado considerablemente, y de pronto algún día podríamos llegar a producir
humanos que no envejezcan, y dejar de caer en la mencionada treta de los genes.
prometo que trataré de mantenerme en esa multilínea de investigación asentada
en el nombrado territorio entre biología y humanidades.
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